En la cuarta reunión del Club de lectura, nuestra tarea era doble: dos novelas, de José Jiménez Lozano: El viaje de Jonás y de Joseph Roth, Leviatán.
En ambos textos, la persistencia en los errores. La debilidad humana: Huir en vez de realizar el encargo de YHVH, desobedecer; o bien, perder lo auténtico por una ambición, elegir lo falso por ser más fácil.
En las dos obras, encontramos las profundidades marinas, el mundo oceánico, la ballena, los corales. En la novela de Jiménez Lozano “El Mar Nuestro, tan azul, tenía esos ribetes de blancura inmaculada, y era pacífico y tranquilo, así que era como si durmiese sobre ellos. Aquí no había chacales hambrientos como en las noches del desierto, ni tampoco escorpiones que introdujeran a traición la muerte hasta en las mismas tiendas. No había monstruos marinos en un mar tan sereno y apacible”. La presencia del mar Mediterráneo: los límites del mundo conocido. El tamaño del mundo antiguo
¿Cómo fue la reunión en que debíamos abordar esta obra de Jiménez Lozano? La novela es la historia del profeta Jonás; sigue el texto bíblico, breve como pocos, o quizá debiéramos decir pequeño como el profeta Jonás.
Las primeras preguntas formuladas por el grupo de lectores: qué aporta esta novela, pretende trazar el perfil psicológico de un profeta actualizado; al hilo de estos interrogantes, se sucedieron las diferentes intervenciones: hubo quienes destacaron, como pieza clave de su interpretación, la misericordia de Dios y al egoísmo de Jonás; otros interpretaron todo el texto, como una crítica a la sociedad de consumo, simbolizado en la ciudad de Nínive –o como un guiño a un Jonás encantadoramente humano que sucumbe al capricho del bastón con empuñadura de plata y a la túnica de color púrpura-. Otros destacaron, en cambio, la intrahistoria de la vida del profeta, aludían, por este motivo, a la mujer de Jonás, Micha; y establecían como clave de lectura, un acercamiento a la figura del profeta en sus cosas cotidianas: discute con su mujer, duerme, está a lo suyo en su despacho. Otros lectores, en otra línea interpretativa, confesaron haber puesto la mirada en el pasaje del naufragio y, sobre todo, en lo acaecido con la ballena y en la ballena: esto suponía una incursión al mundo interior, a los abismos, al infierno, a las profundidades oceánicas, o a esa posible máquina submarina del fondo de los mares. Coincidimos todos en valorar este pasaje de la ballena como esencial en la narración.
También mereció una referencia explícita el magistral capítulo de los exploradores, especialmente el diálogo de Jonás con el dibujante egipcio. Fue objeto de apreciaciones positivas por la riqueza visual y plástica del texto; y por qué no decirlo, vimos todos, con nuestros propios ojos, esos mapas con los avisos de apariencias y engaños: ¡OJO, SIRENAS¡ ¡OJO, AZULES Y VERDES MOVEDIZOS¡, ¡OJO, ISLA DE LOS ARGONAUTAS¡ Realmente extraordinario.
Nos detuvimos en el nombrar preciso de Jiménez Lozano, en la precisión, en la rapidez de la prosa, sin escatimar referencias culturales ´vellocino de oro `, argonautas; o el término tomado del árabe, alcatifa que tan esplendoroso aparece en toda la obra. Sirva el fragmento siguiente para ilustrarlo:
[…] “hubo enseguida dos grandes hipótesis sobre el asunto. Una fue la de que a Jonás se lo tragó una ballena, la obra de animal mayor y más terrible que salió de las manos del Todopoderoso. Ella hace hervir las aguas del océano, y las expulsa a lo alto, y parece incendiarse en su blancura o en su coraza plateada, si se acerca a un barco; pero está construida por dentro con tales hiladas de blanda y dulce grasa que ninguna alcatifa se la semejaría en blandura, aunque con un golpe de su cola solamente puede hundir, luego, la embarcación más segura. Mientras que la otra hipótesis supone que, cuando Jonás cayó al agua, fue recogido por una nueva máquina de navegación bajo los mares, de la que se hablaba mucho en los ámbitos científicos y deportivos de Nínive como nueva invención de los argonautas, que también investigaban la profundidad de los mares en busca del vellocino de oro, o, según otros decían, con una misión secreta. Esta máquina tenía, por lo demás, según los que afirmaban haberla visto, la misma imponente forma y presencia de ballena, ya que la especie de los hombres no puede crear nada y sólo imitar puede, aunque luego desfigurándolo y pervirtiendo las naturalezas. Y, así, esos que decían haberla visto e incluso haberse albergado en ella, aseguraban que el fragor que producían sus puertas al abrirse y cerrarse era como el del trueno[…]”.
Si algo hicimos, debido a la lectura de esta obra de Jiménez lozano, fue leer el texto bíblico. Y acordamos todos aprovechar la conferencia de Jiménez Lozano, prevista para mayo, para preguntarle alguna duda o curiosidad.
Como siempre, movidos por el entusiasmo, decidimos pasar a la novela de Leviatán. ¡Hoy la sesión es doble!