Almas grises

Philippe Claudel


En la tercera reunión del Club de lectura, comentamos la novela del autor francés Philippe Claudel, Almas grises. La novela ha funcionado, además hay que añadir las ganas que teníamos todos de exponer nuestras interpretaciones. Como comienzo, se citaron las palabras del propio autor” me gusta dejar al lector con incertidumbre, con dudas”. Con lo cual el desconcierto expresado se recibía como un buen síntoma.

Por supuesto, las intervenciones de los lectores se empezaron a suceder rápidamente, más en un tono interrogativo que afirmativo pero todos queríamos decir cosas. Algunos confesaron más entusiasmo tras la segunda lectura de la novela y otros, en cambio, mostraron cierto desencanto tras la segunda lectura porque bien mirado el policía cuenta y calla lo que quiere.

Todo esto porque el relato es un relato subjetivo donde el narrador tiene una implicación personal en lo acaecido, o como se llama en la novela el Caso: el policía que nos asegura, después de veinte años, que va a contar todo:

No sé muy bien por dónde empezar. Es realmente difícil. Todo ese tiempo ido, que las palabras no harán volver jamás, y también los rostros, las sonrisas, las heridas… Pero aun así debo intentar decirlo. Decir lo que me roe el corazón desde hace veinte años. Los remordimientos y las grandes preguntas. Tengo que abrir el misterio con bisturí, como si fuera un vientre, y hundir en él las dos manos. Aunque nada cambie nada de nada”.

Coincidimos todos los lectores en la consideración de este comienzo como espectacular.

No cabe duda, de que la confesión después de veinte años del policía como descarga emocional le construye como personaje potente – sin embargo el lector perplejo no sabe qué pensar de cuál es exactamente lo que quiere contar: el asesinato de la niña, la muerte de su mujer, el asunto de su hijo, el soldado culpable, la figura intrigante del fiscal, el tema de la guerra.

Pero, desde luego, esta incertidumbre sirve al propósito del autor “Almas grises es una novela de personajes, de muchos personajes, en la que se comete un crimen, pero en la que no hay una verdad sobre ese asesinato”.

¿Relativismo moral, trampas del personaje-narrador; o todo el relato es un pretexto para otorgar protagonismo a la Primera Guerra Mundial, o, en realidad, es una entrega del alma a una naturaleza muy marcada azotada por un clima atroz (no olvidemos que la novela se desarrolla al noreste de Francia)?

El estilo es directo, imágenes rápidas de realidad descarnada, visualmente muy eficaz, lo ilustra sobradamente el fragmento siguiente:

Primer lunes de diciembre. En nuestra ciudad.1917. Frío siberiano. La tierra crujía bajo los pies y el ruido resonaba hasta en la nuca. Recuerdo la gran manta con la que habían cubierto el cuerpo de la pequeña, que se empapó enseguida, y a los dos gendarmes que lo vigilaban junto a la orilla del canal.”

La dosis de subjetividad dota al relato de autenticidad; donde más sincero percibimos al narrador es en el momento en que afirma:

Yo sabía que se puede vivir en el pesar como en un país”.

A raíz de esta afirmación, reflexionamos sobre el final de la novela: “Sabía que hoy acabaría mi relato. Tengo la carabina junto a mí […]. Sí, efectivamente el libro termina a la vez que la vida del narrador.

Queriendo hallar los motivos de todo lo narrado por el policía, nuestras intervenciones se sucedían, unas apostando por la posibilidad de un arrepentimiento y le otorgábamos todo el crédito posible, convencidos de que buscaba hacer el bien; otras explicaban el relato como fruto de la envidia que sentía el policía por el fiscal; otras albergaban la posibilidad de que el policía fuese un enfermo mental; e incluso, otras opiniones más generosas lo defendían como marido enamorado, pero cómo padre interrogaban otros, este supuesto era indefendible si pensamos en los desnaturalizados sentimientos que albergaba su corazón frente al suceso de su hijo fallecido.

Admitimos todos en el relato, una atracción frente al binomio culpable-víctima, y esclarecedoras son estas palabras del propio texto, “No hay manera de resolver un asesinato. Yo sólo conozco dos: detener al culpable, o detener a alguien y decir que es el culpable. O lo uno o lo otro.”

Quizá tuvimos la tentación en la reunión de encasillar esta novela como novela policiaca o novela de género negro, sin embargo, si acudimos al propio Philippe Claudel nos advierte de que estas etiquetas no son posibles para Almas grises; porque en la novela policiaca o en la novela negra se comete un crimen, hay una investigación y se descubre al asesino. Y en este caso cerramos el libro, los lectores con dudas y más dudas.

Desde luego terminamos la reunión con una sonrisa pensando en este policía-narrador que tantas cosas nos prometía contar y que ha germinado tanta incertidumbre; a pesar de todo salimos contentos de la sesión, e incluso quedamos en llevar unos dulces para la próxima lectura. Seguros de que descubriríamos más las entrelíneas con un bocado de magdalena. Y ya sabemos que las magdalenas son muy literarias. Y más las francesas.